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Foto del escritorMau Coronado

TIENES DERECHO A CAGARLA

Al menos eso me intento decir siempre. Que tengo el derecho a equivocarme. Creo que el haber crecido en un sistema escolar donde los yerros son sinónimo de ignorancia, es difícil tomarte los errores con calma. Sumado a que en la actual cultura laboral, equivocarse puede parecer sinónimo de despido y deshonra, pues es más complicado tranquilizarse ante la idea de equivocarse. Sobre todo cuando vas empezando piensas que un desatino habla de todas tus capacidades como persona sin importar cuántos aciertos hayas tenido previamente. Es verdad que hay ciertos errores en nuestras carreras que pueden costarnos un trabajo. Pero no tenemos porqué desarrollar la ansiedad constante de que TODOS los errores tendrán esas consecuencias.




Más allá de que sea sano o no, hasta las máquinas cometen errores. Creo que es importante poner en perspectiva por qué te contrataron para el trabajo que estás realizando. Te contrataron porque respondes a ciertas necesidades que un producto, evento, empresa necesita. Es matemática básica: a un problema, se le aplica una metodología y se le encuentra una solución. Incluso me gusta indagar sobre el acercamiento del método científico a los errores. En un punto muy básico el método científico observa una situación, genera una hipótesis, experimenta y depende de los resultados genera otra hipótesis o una tesis que se hace ley. Cada que la experimentación arroja un resultado que no es el deseado, en vez de considerarse como el desastre total de la experimentación, se considera un paso para descubrir cómo no llegar al resultado esperado.

Claro, que si me pongo a extrapolar esta explicación, podemos plagar nuestro trabajo de errores ad infinitum y considerarlo de manera muy blanda un paso más de la experimentación. Hemos de entender que ese proceso existe en nuestras mentes constantemente. Incluso cuando tenemos maneras sistemáticas de resolver problemas comunes de nuestro trabajo. Sólo falta que te pongas a observar detenidamente y con un poco de paciencia tu método de trabajo. Depende el área que tengas, tú sabes que un problema determinado se resuelve de una manera y eventualmente te volviste profesional porque constantemente has resuelto el mismo problema. Pero no todas las industrias son iguales. Al menos en mi trabajo, por más que una escena sea muy parecida a otra, tienen diferentes elementos que las constituyen. Puede haber muchas partes parecidas, pero seguro tiene otras tantas que son específicas de esa película o director. Tan sencillo como pensar que Scorcese filmaría una escena de una manera y Greta Gerwig de otra. Sabiendo todas estas diferencias ¿Hay alguien que pueda asumirse como infalible? Si lo existe, felicidades, pero no es una manera de vivir.

Porque se vive con la presión de ser infalible. Te persigue el fantasma del más mínimo error. Aquí me gusta irme a un pensamiento fatalista: ¿Cuál es la consecuencia del error? Sobre todo en el error que se comete cuando se intenta solucionar un problema. La primer consecuencia del error es que el problema que enfrentas sigue existiendo. Hay niveles de profesionalismo que pretenden tener los menores errores posibles (y no dudo que ese sea tu caso), pero si te equivocas, la situación primigenia por la cuál te buscaron para este trabajo sigue existiendo: el problema. Pretender que el segundo paso después de equivocarte en tratar de resolver un problema es alejarte y sentirte la peor mierda del universo no va a borrar el hecho de que no has resuelto el problema.


Sin embargo esta idea por sí sola no es revolucionaria. Porque viene acompañada. Si fuiste a la primaria te suena la idea de que con todo derecho contrae obligaciones (o también como le dijo el tío Ben a Spider-Man: un gran poder conlleva una gran responsabilidad). El tener derecho a equivocarse deriva de la obligación de acertar. La obligación de resolver. Lidiar en absolutos es algo que raramente se confronta con la realidad. Pero es el punto primordial al que quiero llegar. Aunque ya sabes como profesional que tienes que acertar, el darte (al menos hoy) la oportunidad de cagarla, para después volver a intentar hasta que soluciones el problema, te puede ayudar a relajarte un chingo y eso en el largo plazo te ayuda a concentrarte en solucionar los problemas, más que en evitar los errores al hacerlo.


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