Sin Yolanda, Maricarmen
Hace unos días hablaba de una compañerita del trabajo y mi expresión fue "pobre de ella". En eso me corrigieron –con justa razón– y me recordaron que no es necesariamente útil referirme a ella como pobre. Y al hablar de ella en todo caso me recordó las veces que pienso en mí y todas las ocasiones en las que pienso "pobre de mí". Quizá no lo hago tan explícito, pero siempre en algún trabajo nos toca la desesperación, alguna situación un poco más complicada de lo habitual y entonces pensamos en las otras ocasiones en las cuales nos iría mejor.
Quizá es algún tema que ya he tocado con anterioridad. A final de cuentas, el mejor trabajo es el que tenemos; pero quiero tener un acercamiento un poco distinto. En vez de decirte que te deberías de sentir afortunadx por tener este trabajo, te diré que el optimismo y positividad tienen un veneno que se llama autoconmiseración. O dicho de otra manera, victimizarse. ¿Qué pasa cuando nos pobreteamos inconscientemente? Que dejamos de ser agentes activos. Nos volvemos el personaje aburrido de una novela que parece que nunca va acabar (te estoy viendo, Cosette) por ende no tenemos control alguno de la situación y en vez de trabajar te conviertes en alguien que meramente llena una función específica para un producto viajando en el cascarón vacío que se ha vuelto tu persona.
La realidad no es así. Espero que cuando hables de tu trabajo sepas que estás ahí porque quieres (porque sino ya estamos hablando de esclavitud). Te están pagando por hacer lo que haces. No te pobretees porque entonces no puedes hacer nada por crecer, por cambiar las cosas, por mejorar. Simplemente te vuelves un barco a la deriva sin motor, que a final de cuentas termina encallando en donde quiera que sea la voluntad del mar. El trabajo es difícil y por eso te pagan. Repítete eso, cada vez que te sientas con ganas de pobretearte. Aunque parece que hay muchos clientes a los que hay que explicarles que cobramos tanto porque nos toma horas de esfuerzo, conocimiento y trayectoria, no está mal que también te metas en la cabeza que para que te paguen tienes que esforzarte y entregar resultados.
Tampoco te digo que seas perfeccionista; pero te insto a que seas dueño de la situación. No hay trabajos en los cuales no puedas hacer nada. Mínimo en cada uno te llevas un aprendizaje, una relación nueva. Sí, nuestro trabajo es difícil pero nadie nos ha dicho lo contrario. Está bien luchar por nuestros derechos, pero una cosa es ser activos en la búsqueda de una situación laboral mejor y otra es quejarse de que nadie hace nada por cambiar y que hay muchos que reman en tu contra y por eso nunca puedes tomar trabajos con mejores condiciones. Toma control de tu trabajo. Siempre hay algo que puedas hacer y no te digo que tienes que ser Mary Poppins con jefes horribles, compañeros despreciables o clientes inaguantables. A lo que voy es que des un paso atrás del ego que solamente se está dejando pisotear (hasta por ti mismo) y le pares a la chilladera. Reconoce que el poder que tienes sobre la situación, sea grande o pequeño y ejércelo.
Porque el poderoso no es solamente aquel que tiene el arma, sino el que está dispuesto a usarla. Quien lo ejerce, es quien se vuelve poderoso. Por lo tanto, deja de revolcarte en la alberca de mierda que es tu autodesprecio, date unas cachetadas guajoloteras y date cuenta de todo lo que puedes hacer. Cuáles son tus responsabilidades, qué puedes hacer ante la situación a la que te enfrentas y cómo vas a sacar provecho de ahí logrando tu trabajo. Si siempre te llama el que se tarda años en pagar, es tu responsabilidad aceptar o no ese trabajo. Si tu jefe directo es alguien grosero o malagradecido, tú sabes si entregas más de lo que se necesita o aguantas esos tratos. No te pobretees, toma lo que es tuyo, empezando por la consciencia de que si algo va a cambiar para mejorar tu situación, empieza por reforzar tu visión de ti mismo.
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