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Foto del escritorMau Coronado

El que se enoja pierde

Es un dicho popular del cual no sabemos bien el significado hasta que logramos no enojarnos. Es mi creencia personal, que el santo grial para que tengamos relaciones interpersonales mucho más sanas (incluso lleguemos a la utopía) si logramos discutir sin enojarnos. Hablando de dichos ¿quién no conoce aquel que dice que para llevarse bien con la gente no hay que hablar de religión, dinero, política o futbol? Bueno, lo del dinero lo puse yo ahí, pero está entre los temas tabús a la hora de la comida o de conocer nueva gente. Creo (no tengo estudios al respecto, pero basta observar un poco para confirmarlo) que por eso muchas veces que empezamos a C O B R A R hasta nos da pena.


Esta vez no quiero hablar específicamente de cobranza o de lo que vales monetariamente (que al único que le debe de importar es a ti), sino de aquellas veces en las cuales a regañadientes decimos que sí. Hay muchas diferentes situaciones en las cuales nos vemos embarcados por no aprender a decir que no. Me quiero ir más a lo específico. Dentro de nuestro trabajo hay diferentes tareas, áreas y rubros. A veces sucede que el cliente (o el cliente de nuestro empleador) pide más de lo que está pagando y con tal de mantenerlo le empiezan a decir que sí a todo, en detrimento de las horas de sueño de los miembros del equipo o días trabajados (en el caso, tú y los demás).


Todos hemos conocido aquellos legendarios compañeros de equipo con los que nadie se mete, los que dejan un trabajo mediocre en el momento en que se dejan de respetar las condiciones de trabajo. Desgraciadamente a todos ellos se les puede tachar de problemáticos y revoltosos. Sin embargo no has de negar que cuando lo has visto pasar te da un poquito de envidia (de la mala, no hay buena) crees que necesitas tener trayectoria o trofeos para poder darte el lujo de comportarte así, como sería justo para ti hacerlo. La verdad es que no. Lo que pasa es que es al revés. Esa persona revoltosa, inconforme se ha vuelto así porque se hartó de que le pasaran por encima y estuvieran chingue y jode cada vez que exigía un pago justo, un descanso adecuado o condiciones humanas.

La idea no es quejarse de cualquier cosa. Pero si tenemos la habilidad de establecer los límites de nuestros trabajos, nos vamos a querer un poquito más. Y la clave es no enojarse. Cuenta la parábola del alacrán que quiere cruzar el río y le pide a la rana que lo deje cruzar por sobre su espalda. La rana de inicio no es pendeja y se niega, porque le va a picar. El alacrán la convence con el argumento de que si la pica, se muere la rana y entonces se ahogarían juntas. Ahí va de buen pedo la rana y una vez cruzado el alacrán se la chinga. Porque al final el alacrán tiene en su naturaleza picar. Bueno, usando ese colorido ejemplo quiero llevarlo a la realidad. Lo natural es que un cliente nos pida más de lo que podamos dar. Y no nos podemos enojar con él por hacerlo, al final de cuentas ¿quién no le gustaría que le echen demás al tanque de gasolina? Pero si se niegan no hay por qué enojarse. Lo mismo del otro lado.

Podemos decir que no, marcar nuestros límites sin ofendernos. No está en mi descripción de trabajo, yo no estoy cobrando por eso, no estoy de acuerdo en los términos. Y ya. Sé que a muchos les ha tocado proveedores con mala fama que prometen ahora sí cambiar y a final de cuentas los tranzan con mentiras; entonces sí está bueno enojarse. Pero de mientras no. Negociar con la gente de manera adecuada. Cobro tanto por ese trabajo. Si quieren más es más. Sé que suena muy fácil para hacerlo verdad, pero es una práctica que pueden comenzar desde ahorita. Aunque sea en modo positivo. En vez de negarse, pidan más cosas. Quizá pidan un asistente. Y si no te lo dan, por la razón que sea, no te enojes. Es normal. Ahora ya sabes qué pasa cuando pides cosas de más.¿Qué tal si empiezas a decir que no a las cosas que no están en tu cancha?


La última vez que negocié un pronto pago, la casa productora me dijo que no. Me preguntó entonces "¿Entonces si no te pagamos en ese tiempo no lo haces?" y les dije que no. Sin miramientos, pero sobre todo sin pena. A las pocas horas me habló la jefa queriéndome dar un brief y le dije que no estaba en el proyecto. Y me preguntaron "¿estás enojado?" le dije que no, simplemente mientras no se cumplan las condiciones para llegar a un acuerdo de trabajo no iba a trabajar, pero siempre de buena gana. A final de cuentas accedieron y todo fue muy digerible para mí. Pero ¿por qué cuento esta historia? ¿La considero una victoria? No, para ilustrar qué hubiera pasado de haber dicho que sí.

De haber dado el "sí" creo que hubiera estado muy enojado conmigo mismo. Porque yo mismo le estaba faltando al respeto a mi ética de trabajo. Estaba dañando mi imagen y mi prestigio por un trabajo que fue pesado. La hubiera pasado mal en la hora 12 de trabajo en la cual ya no estaba haciendo nada, pero me tenían ahí esperando por si lográbamos rescatar algo. Y es que no pasa nada si decimos que no (ante las condiciones justas). También hay que saber entender nuestro puesto, pero sobre todo las condiciones que necesitamos para nuestro trabajo. Sin enojarnos, porque al final, cuando accedes con tal de no decir "no" y no enojarte con tu cliente potencial, te terminas enojando contigo misma. El cliente sabe que te puede pedir un descuento, pero si no se lo das, no tiene por qué enojarse, y tampoco te enojes tú porque lo intente. El alacrán seguirá siendo un alacrán, ahí de ti si eres una rana lista o muerta.

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